En la vida todos tenemos grandes ilusiones, proyectos,
deseos, en definitiva, aquellas motivaciones momentáneas que llamamos ideal,
aunque no somos conscientes de lo que esta palabra en realidad significa y toda
la aventura, emoción y responsabilidad que se esconde tras esa corta palabra:
ideal. Por nuestra condición humana necesitamos tener un resorte, una mano que
nos empuje a realizar algo, a vivir la vida con sentido, con plenitud, con la
conciencia de que la vida es una y sólo se vive una vez.
La felicidad va estrechamente ligada a un ideal, un ideal
que te mueva, un ideal que llene de alegría y de retos tu vida. Cuanto más alto
sea tu ideal más satisfactoria y plena será la meta, la felicidad que buscamos.
Es fácil estancarse en las comodidades que se pueden presentar bajo la ley del
mínimo esfuerzo: Inglés sin esfuerzo, tocar guitarra sin esfuerzo… No son
necesariamente malas, pero no cabe duda de que puedan ayudar a amansar la
voluntad y a nublar dichas ilusiones y deseos que te mueven momentáneamente, y
la naturaleza humana huye de aquello que le puede causar molestias. Ante un
poco de calor, el aire acondicionado evitará una posible deshidratación; ante
el frío, la calefacción evadirá un posible resfriado; al estar de pie, la dura
pared te ayudará sin duda a recuperar las fuerzas perdidas.
Las calculadoras han hipnotizado las neuronas. Todo puede
solucionarse con un simple “enter”. En definitiva, están hurtando aquellas
capacidades que Dios dio al hombre y que de hecho es lo que lo diferencia de
los demás animales: la inteligencia y la voluntad. La formación personal es una
aventura porque implica lanzarse en la conquista de virtudes. Habrá emboscadas,
caídas, esfuerzos, pero no cabe duda de que el resultado final fuera una enorme
alegría y la certeza de que eres de verdad una persona todoterreno, lista para
afrontar casi cualquier situación en la vida.
El tener un ideal en la vida es el impulso para lanzarse a
dicha aventura, un ideal que llene de ilusiones, por el cual se pueda luchar,
sufrir, incluso dar la vida, y que impulse a volar a grandes cimas. Pero todo
ello exige voluntad, salir de uno mismo, abrir las alas a los demás para poder
contemplar el paisaje que te espera al final de la montaña de la voluntad. A lo
largo de la historia muchos han corroborado con su testimonio de lucha, a pesar
de las dificultades que podían encontrar, que el tener un ideal bueno en la
vida que se convierta en sostén y motivación de la misma es necesario para
aprovechar de verdad los pocos o muchos años que tengas de vida y así poder
dejar una huella buena en la historia y en los demás.
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